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TIEMPO DE LECTURA

5 min

CATEGORIA

Blog

TEMA

Voluntariado

AUTOR

Karen Manrique

PERFIL DEL AUTOR

VOLUNTARIADO EN 5 HUECOS: UN VIAJE AL CORAZÓN DE LA CALLE

Inicio lleno de ansiedad

La noche de ayer comenzó con una gran dosis de ansiedad. A medida que se acercaba la hora del encuentro para el voluntariado, mi celular no dejaba de sonar con mensajes y llamadas de personas confirmando los últimos detalles.


Todos estábamos nerviosos, llenos de preguntas, y la más recurrente era sobre la seguridad. No era para menos: íbamos a estar en “5 Huecos”, un lugar conocido como uno de los más peligrosos de Bogotá.


La preparación

A las 8:20 p.m., los primeros voluntarios comenzaron a llegar. La tensión era palpable. En una esquina, nuestros amigos de Pocalana nos esperaban con sus icónicas camisas rojas, una van blanca llena de bolsas de comida y una gran sonrisa de bienvenida. Nos dijeron que éramos uno de los grupos más numerosos que habían recibido.


Alejandro Mesa, uno de los líderes, nos convocó a una reunión breve. Su pregunta nos sorprendió: “¿Cuál es su expectativa hoy?”. El silencio incómodo del grupo lo dijo todo. Fredy, otro líder, explicó las reglas. Destaco dos: “Hoy seremos ladrones de sonrisas” y “Si escuchan ‘a los carros ya’, nadie pregunta: nos vamos”.

El impacto del recorrido

A las 10:00 p.m., partimos en caravana. La emoción crecía al ver a amigos, familiares y conocidos unidos en propósito. Al llegar a 5 Huecos, la felicidad desapareció. Surgió de la oscuridad Juliana, una niña que cumplía nueve años. Le cantamos cumpleaños; alguien del grupo rompió en llanto.


La música rompió el hielo. Conversamos y reímos. Roberto, un hombre con pasado empresarial, me habló de Chespirito. Dijo: “Siempre esperaba que, en algún capítulo, apareciera la mamá del Chavo”. También citó a Martin Luther King: “No me preocupa tanto la gente mala, sino el espantoso silencio de la gente buena”.


Lecciones inesperadas

En Plaza España conocimos a Germán, un hombre de 50 años, políglota y culto. Jugamos ‘¿Quién quiere ser millonario?’ y nos ganó. Laurita, de 13 años, jugó fútbol y brilló.


Al llegar a otro punto, vimos ancianos en el suelo. Uno no pudo siquiera levantar la mano por la AguaPanela. Corrimos a buscar más. Samuel dijo algo inolvidable: “Pensé que con todos sus problemas no creerían en Dios, pero nos dicen: ‘Dios lo bendiga’”.


Reflexiones y emociones

Intentamos repartir arroz con pollo, pero estaba en mal estado. Tuvimos que recurrir a pan y galletas. Un hombre nos devolvió el plato por el mal olor. Verlo fue devastador. Mientras botaba la comida, los abuelos me miraban. No pude contener las lágrimas.


La experiencia me partió en dos. Aunque llevamos comida y bebida, fuimos nosotros quienes recibimos un regalo invaluable: lecciones de vida, empatía y humildad.

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