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TIEMPO DE LECTURA

6 min

CATEGORIA

Blog

TEMA

Resiliencia

AUTOR

Karen Manrique

PERFIL DEL AUTOR

CORAZÓN DE CHOCOLATE

Una noche difícil

En las grandes causas, como en el amor, hay días duros en que suceden cosas que nos roban la esperanza y nos parten el corazón. Esta es la historia de una mala noche, una desilusión y una de esas madrugadas en las que amaneces con el corazón roto y está lloviendo. ¡Qué cliché!


Pero, sobre todo, es la historia de la caja de corazones de hojaldre con borde de chocolate que me regaló mi papá. Mi corazón partido puede tener el motivo que quieras, eso ya no importa. Lo que importa es que después del robo tenía la confianza y los sueños lastimados, con criterios suficientes para ser internados en cuidados intensivos. Pero lo que importa aún más es lo que pasó después, cuando decidí salir de mi casa rumbo a una reunión con la vida, con la cara llena de lágrimas, un saco negro que combinaba perfecto con mi ánimo y, en mi bolso, la caja de corazones de hojaldre que me regaló mi papá.


Encuentros inesperados

Debo admitir que mi intención al llevar esa caja era compartir algo en la reunión, una costumbre que disfruto. La reunión se transformó en desayuno. La primera parada fue en un puesto de frutas, donde escuché la frase: “En la vida hay que dar más papaya”. Esa fue la primera de muchas frases importantes que escuché ese día. Mientras pensaba en cómo “dar papaya” me había llevado a ser robada, saqué mi caja de corazones de chocolate y los ofrecí a todos los desconocidos en la esquina. Así transcurrió la mañana. Hicimos varias paradas y cada persona recibió un corazón. No todos estaban en perfectas condiciones, algunos partidos, otros en mil pedazos. Pero nadie se quejó; todos sonrieron al recibirlo.

Sin embargo, yo no pensaba en los corazones de chocolate. Iba pensando en cómo contener las lágrimas, porque mis lágrimas tienen una voluntad propia e inoportuna.

Lecciones del corazón

El día fue largo y parecía girar alrededor de un único tema. Como un náufrago aferrado a su tabla salvavidas, repetía en mi mente un mantra: ¿Qué es lo bueno de todo esto?

  1. ¡En la vida hay que dar papaya, así algunas veces nos atraquen! No podemos castigarnos por confiar. La solución no es volvernos desconfiados, es enseñarnos a ser confiables.
  2. Aprendí que una situación traumática nos lleva a generalizar y eso es más peligroso que el peligro original. Aunque a veces salga mal, no significa que siempre será así.
  3. Me gustó el nuevo mantra: “¿Qué bueno puedo sacar de esto?” Lo seguiré aplicando.
  4. ¿Recuerdan la historia de los cartuchos rosados y Joaquín? Sí, es real. Como Joaquín, sigo queriendo darlo todo. Es un reto por el miedo, pero seguiré intentando aprenderle.
  5. Todos los seres humanos somos luz y oscuridad. Aceptar nuestra oscuridad ayuda a que nuestra luz y la de otros brillen más.
  6. Las heridas del alma se curan con palabras de grandes amigos. Es fundamental escoger bien a los amigos porque ellos harán de doctores en momentos difíciles.
  7. Yo escojo cada día si ser confiada y confiable, o desconfiada y desconfiable (aunque esta última palabra debería existir).
  8. En los días tristes, no debemos manejar muy lejos. Podríamos quedarnos sin batería y varados. Pero aun así, extraños pueden ayudarnos y recordarnos que la mayoría de la gente es buena.
  9. Dios. Aunque está de noveno por orden cronológico, es la lección más importante. En el Sagrario recordé cuán grande es su amor y que es Él quien mantiene llena la caja de corazones.
  10. Conclusión: quiero darle mi corazón de chocolate a todo el mundo, completo o roto. Al final, la gente sonrió. Me gusta pensar que buscaban a alguien que les compartiera un corazón de chocolate.

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