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Voluntariado
Karen Manrique
Uno de los personajes que más recuerdo es Roberto. Me contó que en otro tiempo tuvo una empresa de frutas y que es un gran fanático de Chespirito. Pasamos un largo rato conversando sobre los personajes del programa. En un momento, alguien del grupo le preguntó: “¿Por qué te gusta tanto Chespirito?”. Su respuesta me dejó sin palabras: “Siempre esperaba que, en algún capítulo, apareciera la mamá del Chavo”.En medio de la conversación, citó una frase de Martin Luther King: “No me preocupa tanto la gente mala, sino el espantoso silencio de la gente buena”. Levanté la mirada y vi a mis amigos charlando, riendo, compartiendo AguaPanela y comida con los habitantes de la calle. Laurita, una niña de nuestro grupo de apenas 13 años, acomodó el moño de Juliana y se sentó a conversar con ella. Fue una escena conmovedora. Al despedirnos, sentí que, aunque llevamos AguaPanela y comida, éramos nosotros quienes habíamos recibido un regalo invaluable: lecciones de vida. De repente escuche a alguien decir “Yo pensaba que nosotros éramos la gente bien y ellos la gente mal, pero ahora veo que es al revés porque ser indiferente ante el dolor de los demás no puede ser de gente bien” Cuando llegamos a Plaza España, conocimos a Germán, un hombre de 50 años, de barba larga y aspecto de habitante de calle, pero con el intelecto de un CEO. Jugamos ‘¿Quién quiere ser millonario?’ y nos derrotó sin esfuerzo, a pesar de que nos dejó usar la opción de ‘llamar a un amigo’. Hablaba inglés y francés, su autor favorito era Cortázar, y conocía de memoria todos los dioses griegos. Todo un caballero. Luego, en medio de la plaza, se improvisó un partido de fútbol. Se armaron equipos, se usaron ladrillos como arcos, y Laurita, con su talento en la cancha, se ganó el apodo de ‘Laurita Súper Campeones Ospina’. Cuando salimos de Plaza España, Alejo nos dijo unas palabras tranquilizantes: “Ya pasamos los dos parches “más duros”, ahora vamos a otros más suaves, entre ellos los viejitos de City TV”.
Pero al llegar, el panorama no fue “más suave” fue devastador. En una esquina, una decena de ancianos de más de 70 años yacían en el suelo, cubiertos con cobijas y cartones. A diferencia de los otros habitantes de calle que conocimos, ellos no se levantaron a saludarnos ni se acercaron. Parecían demasiado cansados para hacerlo. Mi corazón se rompió en dos al verlos; inmediatamente pensé en mis abuelos. Nos acercamos con la AguaPanela caliente, pero una de las señoras, de unos 80 años, estaba tan sumida en su sueño que ni siquiera pudo estirar la mano para recibirla. Cuando alguien anunció que se había acabado la AguaPanela y aún quedaban cuatro abuelitos sin recibirla, sentí que mi mundo colapsaba por segunda vez. Corrimos entre calles buscando más, y gracias a Dios la conseguimos. Fue en ese momento cuando Samuel, uno de los voluntarios, me dijo algo que quedó grabado en mi mente para siempre: “Yo pensé que con todos los problemas que tienen no creerían en Dios, pero mira cómo todos nos dicen: ‘Dios lo bendiga’”, seguimos caminando. Después, llegó la hora de repartir la comida, un arroz con pollo había sido preparado con muchísimo amor por un grupo de voluntarias de la fundación, pero con el paso de las horas, comenzó a oler mal. Parecía una broma cruel del destino, me cuestiono mucho a mí misma como el destino permite que algo así pase. Pocalana detuvo la entrega y recurrió a un plan b: pan y galletas. En ese momento, se me acercó uno de los habitantes de calle, me dijo que el arroz olía mal y me lo devolvió. Era verdad, olía mal, y en esa esquina a las 2am me encontraba yo votando en una caneca de la basura el arroz con pollo mientras que a metro y medio los abuelos en el piso me miraban con hambre. Fue en ese instante cuando no solo mi corazón, sino mi vida entera, se partió en dos, fue en ese instante donde empecé a llorar inconteniblemente y hasta ahora no he podido detenerme. …
Somos una incubadora de fundaciones y ESALES 100% Sin Ánimo de Lucro, que desde el 2015, se encarga de apoyar a los líderes de LATAM para que logren crear y fortalecer sus propias organizaciones sociales, gracias al compromiso de responsabilidad social de sus voluntarios, los miembros del Club de Filántropos y sus aliados empresariales.